LA TABERNA DE MIXEN
Los espíritus de la montaña

Andorra, últimos días del invierno y hace ya el suficiente tiempo de aquello como para que mis recuerdos sean difusos y resulten inconexos. Recuerdo, como ya he dicho antes, que eran los últimos días del invierno. Hace semanas que la nieve ya había empezado a retroceder hacia las cumbres de las montañas y tras un invierno especialmente frío e inclemente la idea de realizar alguna actividad en la naturaleza resultaba tentadora. Para poner en situación en Andorra y supongo que en cualquier territorio similar hay una serie de refugios de alta montaña equipados con lo básico cuya función es dar cobijo a montañeros que o bien les atrapó la noche en alguna excursión o están realizando alguna travesía de varios días, o para trabajadores del campo como labriegos o ganaderos. Como ya he dicho ese pequeño refugio está equipado con lo básico: un espacio único donde se colocan unas cuantas literas metálicas sobre las que poner tu saco, alguna mesa y, lo más importante, una chimenea para calentarte y cocinar. Dicho esto entre la juventud andorrana era muy habitual organizar salidas a esos refugios compraban alcohol, comida para una barbacoa y pasaban la noche en una especia de BBQ/reunión/botellón. Tras este contexto nuestro grupo de colegas decidimos organizar una escapada a uno de esos refugios, como ya he dicho teníamos ganas de algo así y ya os podéis imaginar que todo fue muy precipitado, algunos padres que han visto muchos inviernos en este país nos aconsejaron que aún no era momento para tal actividad pero como evidentemente nos chupó un huevo y seguimos adelante con el plan. Nuestra expedición estaba integrada por 6 personas, igualmente creo que detallar más sobre esto no es importante para el quid de la historia. Llegamos tarde al punto de encuentro (qué novedad) eran como las 17:00 y el sol ya estaba empezando a ocultarse, hay que explicar que a causa de estar flanqueados por altas montañas estas tapan el sol antes por lo que te restan horas de luz, por lo que tras los clásicos reproches emprendimos la ruta hacia el refugio a un ritmo rapidito. Transcurridos apenas 40 minutos la luz directa desapareció y la visibilidad empezaba a reducirse (no quieres quedarte sin sol en la montaña, sobre todo porque la temperatura cae rápidamente) y peor aún empezamos a encontrar que el sendero tenía más y más nieve que aún no se había fundido y evidentemente nuestra indumentaria era de calle por lo que la situación empezaba a complicarse y salió a la palestra la opción de abortar misión y darnos media vuelta. Es entonces cuando uno de nosotros, que se cree montañero el gilipollas dijo que conocía un “atajo” que era un poco más complicado pero que recortaríamos mucho tiempo y llegaríamos antes de que caiga la noche (creo que ya vais empezando a entender por dónde van los tiros, ¿no?). Decidimos hacer caso a nuestro recién autonombrado guía y media hora después nos encontramos en mitad de una ladera dejada de la mano de dios con nieve hasta nuestras rodillas, con la luz casi inexistente, un frío que pelaba y para más inri una nube había roto en esta montaña por lo que había una niebla que estaba acompañada de nieve fina. Básicamente estábamos en una situación delicada y empezamos a tener la sensación de que íbamos a abrir el telediario de mañana “6 imbéciles se han perdido por la montaña y no se sabe nada de ellos”. Estábamos perdidos, congelados, cansados, no se veía a más de 10 metros y de mala ostia, un miembro del grupo incluso perdió una zapatilla que quedó sepultada en la nieve, la situación era dramática y al poco tiempo de hacerse totalmente de noche y cuando ya estábamos completamente cocinados vimos, como a unos 200 metros sinceramente no sabría decirte la distancia exacta, una luz intermitente de lo que parecía una linterna, definitivamente eran señales, las seguimos y ahí estaba el refugio, tan cerca pero tan lejos, como cuando intentas atinar el enchufe con la luz apagada. El responsable de las señas era un hombre de mediana edad vestido como un montañero de verdad no como nosotros, no recuerdo apenas cruzar palabras con él lo que si recuerdo es decir “el fuego está encendido” por lo que al llegar todos nos acurrucamos alrededor de la lumbre y nos quedamos dormidos. Estábamos tan cansados y con lo que entiendo yo que era principio de hipotermia que no nos paramos a pensar en la suerte que tuvimos y en qué hacía ese hombre allí pero definitivamente nos había salvado la vida sin exagerar. Al día siguiente con la panza llena y la temperatura corporal reestablecida nos pusimos a especular sobre quién podía ser ese tipo y lo oportuna que fue su ayuda, tal vez demasiado oportuna para ser una simple coincidencia ¿de dónde carajos salió? No podía vernos ni escucharnos, la niebla y el viento de la noche anterior se encargaron de eso por lo que no tenía manera de saber que estábamos ahí. Hemos oído historias de espíritus de la montaña que vagan por los senderos. Los hay de todo tipo: Unos benevolentes que ayudan a los excursionistas perdidos, otros traviesos que les gusta gastar bromas y otros malvados que traen la desgracia a aquellos que tengan la mala fortuna de toparse con ellos. Empleando la navaja de Ockham lo más seguro es que fuese un alpinista que tuvo la fortuna de coincidir en espacio y tiempo con nuestra lamentable expedición, pero nos gusta pensar que fue uno de esos espíritus de la montaña que nos ayudó a no abrir el telediario del día siguiente.